DEBEMOS SER VIGILANTES

Ezequiel 33 vs 7 (S) «Y a ti, hijo de hombre, te he puesto por centinela de la casa de Israel; oirás, pues, la palabra de Mi boca, y les advertirás de Mi parte.» (Ezequiel 33:7) Dios designó a los profetas en el Antiguo Testamento y hoy designa a los creyentes como embajadores para proclamar el Evangelio y la Palabra de Dios para dar a las personas la oportunidad de descubrir sobre las buenas nuevas de la salvación, porque «la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo» (Romanos 10:17). El trabajo del vigilante era vigilar la torre durante toda la noche y proteger la puerta de entrada de cualquier ataque enemigo. Tenían que estar atentos para ver cualquier peligro inminente. Su trabajo era de advertir a las personas cuando el peligro estaba cerca. Del mismo modo, debemos advertir todos los peligros inminentes de ir al infierno en lugar del cielo si las personas no se arrepienten, cambian sus malos hábitos y vienen a Cristo. Dios delegó a Ezequiel esta gran responsabilidad: «Hijo de hombre, te he puesto por centinela de la casa de Israel. Cuando oigas la palabra de Mi boca, adviérteles de Mi parte.» Esto es tan importante que Dios comienza a dar este comando por primera vez aquí en el Capítulo 3:17, y luego lo devuelve nuevamente en el Capítulo 33:7. «Cuando Yo diga al impío: “Ciertamente morirás”, si no le adviertes, si no hablas para advertir al impío de su mal camino a fin de que viva, ese impío morirá por su iniquidad, pero Yo demandaré su sangre de tu mano. Pero si tú has advertido al impío, y este no se aparta de su impiedad ni de su camino impío, él morirá por su iniquidad, pero tú habrás salvado tu vida.» (Ezequiel 3:17-19).


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