VIERNES SANTO_Romanos 6:22

Este Viernes Santo quiero invitarte a agradecer a Dios por su infinito amor que nos mostró en la cruz del calvario. El capítulo 1 de Juan empieza hablándonos que Jesús era la luz del mundo, luz que traía esperanza y vida. Y aquí, colgado de la cruz, mientras agoniza por su vida, vemos que la luz se apaga y la tierra se ve conquistada por una terrible oscuridad. Cada vez que leo la historia de Jesús se me pone la piel de gallina. Dios, que es inseparable en su esencia, se rompe para darnos la bienvenida a nosotros. En medio de una sociedad que no hace más que cerrar puertas, fronteras y corazones, Jesús revoluciona el mundo y dice: “quien quiera puede venir, mis brazos están abiertos”. Jesús fue rechazado para que nosotros fuéramos aceptados Dios nos aceptó, sino con la ruptura de la cortina del templo. Ya no hacían falta separaciones o intermediarios entre el hombre y Dios. Sea lo que sea que creas que hoy te está separando del Amor de Dios, recuerda este día y lo que significa. Por su muerte tenemos vida, aceptación y perdón. Ya nada nos puede separar. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: «Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!» Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor. Romanos 8:35-39

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