Yo no merezco esto






Juan 16:33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.

Jesús no pudo haber sido más directo cuando dijo que la vida estaría llena tiempos difíciles y tristeza. Todos enfrentamos situaciones que nos llevan a hacer preguntas que sólo Dios puede contestar.
• Nina, una creyente adolescente, yendo una noche rumbo a su casa, es atropellada por un auto que se pasó una luz roja y no se detuvo para auxiliarla. Pasa dos meses en el hospital por culpa de un conductor negligente.

• Alonso, de dos años, camina frente a una casa con su hermana, cuando lo ataca y muerde un perro. El doctor tiene que ponerle inyecciones dolorosas para asegurarse de que el chiquito no contraiga rabia.
La mayoría coincidiríamos en este punto: La vida no es justa. Y las personas buenas que sufren con frecuencia se preguntan: "¿Por qué me están pasando estas cosas malas a mí? ¡No me merezco esto! No es justo".
Desde hace muchísimo tiempo el ser humano se pregunta por qué a las personas buenas les suceden cosas malas. En algún rincón de nuestra mente pensamos que las personas buenas —especialmente creyentes— no deberían enfrentar problemas, tristezas y sufrimientos grandes.

Pero Dios nunca les prometió a los cristianos que la vida sería fácil. Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús por qué sufre el ser humano, señalaron un hombre que había nacido ciego. Le preguntaron a Jesús: "¿Quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?" (Juan 9:2). Jesús respondió: "No es que éste pecó, ni tampoco sus padres. Al contrario, fue para que las obras de Dios se manifestaran en él" (Juan 9:3). Y enseguida curó al ciego.

Así sucede con muchas de las cosas malas que suceden en el mundo. Algunos sufren por su propio pecado, como el que maneja borracho y sufre un accidente al irse a la cuneta. Otros sufren por culpa de los pecados de otros, como la muchachita a quien la atropelló un conductor negligente. Pero algunos sufrimientos suceden simplemente porque hay pecado en el mundo.

Cuando Dios creó esta tierra, la hizo andar con la ley de gravedad, la ley del movimiento, etc. La mayoría del tiempo nos beneficiamos por cómo funcionan esas leyes. Pero a veces somos su víctima, como cuando un auto va a tomar una curva pero patina en un charco congelado en la carretera y sale volando del camino. Dios no toma esas leyes y hace que no se apliquen a los buenos.

Accidentes, enfermedades, tragedias, muerte, son todas cosas que les suceden a creyentes y no creyentes por igual. Tu Salvador amante nunca te prometió un escape de las dificultades de la vida, sino que prometió estar a tu lado cuando llegan.



Por Josh McDowell

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