El instructivo ----- Salmo 119:11

Salmo 119:11 En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti. 
 

  No haces más que soñar con el día de tu cumpleaños en que tendrás la 
edad para obtener tu licencia de conductor. Te imaginas tener tu propio 
auto, con las ventanillas abiertas y disfrutando de la brisa. Te ves 
paseando por el pueblo con tus amigos en un auto flamante, y tú detrás 
del volante. 
  Lo primero que haces es presentarte a la oficina 
que otorga las licencias y te pones en fila, ansioso por salir de allí 
con tu propia licencia. La señorita Engranaje, una empleada amable, te 
entrega una hoja de papel. 
  —Toma asiento a la mesa, contesta las preguntas y devuélveme la hoja cuando la hayas completado.
  Parece fácil, piensas. Seguro que necesitan mi nombre, dirección y número de teléfono.
  Así que te sientas y miras la hoja. ¡Un momento! Esta no es una 
solicitud. ¡Es un examen! Empiezas a sudar. Pregunta tras pregunta sobre
 límites de velocidad, señales y reglamentos de tránsito. Te acuerdas 
haber oído algo de un examen para conductores, pero nunca le diste 
importancia. Uno se sube al auto, prende el motor y aprieta los pedales.
 ¿Qué tiene eso de difícil?
 
  Te vuelves a abrir paso para hablar con la señorita Engranaje, y le dices:
 

  —Toda mi vida he observado cómo manejan mis padres. He andado en 
coches, y una vez hasta me senté detrás del volante. Sé que verde 
significa adelante y rojo significa pare. Estoy seguro de que sé 
manejar, así que no necesito un examen. Tómeme la foto y deme mi 
licencia.
 
  La amable señorita Engranaje, de pronto, te clava la vista y se pone seria:
 

  —Si no puedes pasar el examen, quiere decir que no conoces las reglas.
 Y si no conoces las reglas, no puedes manejar. Los conductores que no 
conocen las reglas son peligrosos.
 
  Luego te entrega bruscamente el Manual para Conductores, y dice fríamente:
 

  —Todo depende de ti, chico. Aprende las reglas y aprueba el examen, si
 no, cuando tengas mi edad todavía le estarás pidiendo a tu papi que te 
lleve al trabajo.
 
  Tragas saliva y lloriqueas:
 
  —Pero esas preguntas son muy difíciles.
 

  —Así es. Hay mucho que aprender. Pero está todo aquí —dice la señorita
 Engranaje dándole golpecitos al manual—. Te aprendes bien todo esto y 
no tendrás problema con el examen ni cuando manejas.
 
   
 

  ¿Sabes qué? Dios nos ha dado la Biblia como un manual de instrucciones
 para la vida. Si no estudiamos el libro, es muy probable que no pasemos
 el examen, y que les hagamos daño a otros por nuestro descuido. Pero si
 estudiamos la Palabra de Dios, la grabamos en nuestra memoria, vivimos 
según sus indicaciones y sabemos cómo avanzar prudentemente en la vida.
 
   
 
  Por Josh McDowell
 






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