La Justicia de Dios

La Justicia de Dios

Dios es justo, repítelo una y otra vez. Cuando haces lo que Él dice y das lo que pide, también entrega lo que ofrece.

Dios nos perdona por misericordia, pero con Su justicia nos da recompensa. Él puede abrirte una puerta por misericordia aunque sólo por justicia se mantendrá abierta.


Por ejemplo, tal vez te da una nueva oportunidad en tu empresa porque le pediste ayuda, pero si haces un mal trabajo,  por justicia, no avanzarás. Por el contrario, si tu desempeño es excelente, la promoción no se hará esperar. Muchas veces apelamos solamente a Su misericordia y debemos aprender a avanzar en el camino de la justicia para estar plenamente seguro que la bendición vendrá. Él es justo para devolver más de lo que dimos porque cuando al pobre damos, a Dios le prestamos.

Recordando esto, un día le dije que  sería incapaz de cobrarle lo que he dado al necesitado y me respondió: “Yo sería incapaz de no pagarte”. Él siempre paga a tiempo, nunca se desentiende o espera que le cobres para decirte: “Vuelve otro día o más tarde”.  El Señor es justo.

Pago justo

Mateo 20: 1-15 relata: Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.  Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron.  Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo.  Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario.  Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?

Esta parábola tiene que ver con el Reino del Señor y Sus principios operando en la tierra.  Es como una embajada en un país extranjero. Dicha embajada es una porción del país que representa, tanto así, que algunos se acercan a pedir asilo  porque al entrar en ese lugar, saben que ya están en “otro país” con otras leyes. Así es el Reino de los cielos en la tierra que opera según las reglas y leyes del Señor.  Por ello, debemos aprender a recibir lo que según Él es justo para nosotros. 

La parábola nos habla de un hombre justo que envió trabajadores a su viña a diferentes horas.  Con los primeros hizo el trato de pagarles un denario al día y con los siguientes que contrató en el transcurso de la jornada, solamente les dijo que pagaría lo justo.  La cuestión interesante sucedió en la noche cuando llegó el momento de saldar cuentas, ya que intencionalmente le pidió al mayordomo que le pagara primero a quienes contrató de último porque deseaba ver la reacción de los que habían trabajado todo el día. 

A quienes trabajaron poco tiempo les pagó un denario, entonces quienes trabajaron la jornada completa pensaron que se les pagaría más, pero no fue así ya que con ellos hizo un trato inicial que se respetó, así que les pagó el denario pactado. Cuando éstos protestaron, la respuesta fue que recibieron lo convenido y así fue.

Dios siempre prueba nuestros corazones para descubrir la razón por la cual le servimos. A los postreros los probó cuando los contrató y les dijo: “Vayan y les daré lo justo”.  Tal vez alguno comentó: “¿Para qué trabajar una hora? Mejor no vayamos”. Y otro quizá le respondió: “Vamos, así ganaremos algo en el día, aunque sea la doceava parte de un denario”.  Estos hombres confiaron en quien los contrataba y no exigieron saber cuánto les pagarían porque se les dijo que recibirían lo justo.

Por el contrario, a los que contrató a primera hora, los probó al momento de pagarles, es decir al final cuando, por supuesto, protestaron ante lo que creyeron una injusticia. Pero no lo era porque al ser contratados se les especificó el pago que recibirían y lo que el amo quisiera pagarle al resto, no era de su incumbencia. Estos hombres no confiaron en el contratista sino en el contrato que se pactó.  Entonces, al murmurar, el amo les dice que han recibido lo convenido y los despide. Seguramente para no volver a contratarlos porque nadie desea trabajadores que murmuren contra el amo.

La enseñanza es reveladora, todo murmurador contra la justicia de Dios termina afuera. ¡Yuju!  ¿A quién piensas que contrató para el trabajo del siguiente día? Por supuesto que a los últimos quienes demostraron buena actitud, humildad y confianza en la justicia del amo.  Hagamos cuentas, si les pagó un denario por una hora de trabajo y les dijo que pagaría lo justo, ¡seguramente les pagaría 12 denarios por las 12 horas de una jornada completa!  Este hombre no pagaba salario mínimo, sino lo que consideraba justo.  Los que creyeron en él, recibieron más de lo que esperaban.  El Señor promete darnos más de lo que pensamos si confiamos en Él y Su justicia.

Dios no te ha dado más porque no crees que sea justo.  Cuando estás ante una dificultad y  preguntas: “¿Por qué me sucede esto?  ¡Estás blasfemando! Háblale a tu ser de la justicia de Dios, dile con confianza: “¡Sé que lo hará, mi Padre es justo, hará justicia, me prepara para algo más grande!

La justicia de Dios es bendición, pero Él advirtió que sería causa de persecución. Cuando Pedro le preguntó qué tendrían, Jesús encontró justa la pregunta y le respondió que no había ninguno que por Él y Su causa haya dejado algo que no recibiera cien veces más aquí en la tierra.  Esta es una ley universal que nos incluye porque dijo “NINGUNO”,  es decir que toma en cuenta a TODOS los que se sujeten a Su ley.  De nuevo es el Reino de los cielos operando en la tierra.

Persecución por ser justo

Mateo 5:10-12 promete: Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

¡Esta es una gran promesa! Si padeces persecución por ser justo, no te preocupes, la justicia de Dios está de tu lado y recibirás cien veces más en la tierra, además de galardón en el cielo. Dios ha sido bueno contigo, por eso te persiguen, así como los trabajadores murmuraron contra el amo que fue bueno. Dios es justo, repítelo una y otra vez. Cuando haces lo que Él dice y das lo que pide, también entrega lo que ofrece.

La bendición viene porque algo la provoca, no porque Dios amaneció de buenas y quiere enviarla caprichosamente.  Sirvo al Señor predico su palabra por este medio y Él me ha bendecido, siempre hay quien murmure y critique. Cuando me acerco a contarle, me responde: “Prefiero que te persigan porque he sido justo y te he recompensado como lo prometí, a que blasfemen Mi nombre diciendo que no he sido justo con un hombre que me ha servido como tú lo haces”.

No critiques la justicia de Dios, mejor trabaja a Su servicio para merecerla tú también. Dale gracias por Su amor, misericordia y justicia que te alcanzarán si le entregas tu vida y le reconoces como tu Señor y Salvador.

Josè Gonzalez

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