Cristo permaneció Dios Filipenses 2:6-7

El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres

Cristo se despojó a sí mismo sin rendir nunca su deidad.

Nota el contraste en Filipenses 2 entre los versículos 6 y 7: Cristo no consideró la igualdad como algo a que aferrarse sino que Él se despojó a sí mismo. Pablo usó el conectivo contrastante "sino que" para mostrar que siendo igual con Dios no llevó a Cristo a llenarse a sí mismo, sino por el contrario a despojarse a sí mismo.
El verbo griego traducido como "despojó" (kenoo) es de donde tomamos el término teológico kenosis (la doctrina del acto de despojo de Cristo como parte de Su encarnación) el verbo expresa la negación de Cristo, su negativa a aferrarse a Sus ventajas y privilegios como Dios.

¿De qué se despojó Cristo? Ciertamente no de su deidad. Él coexiste con el Padre y el Espíritu. Para que Él se volviera menos que Dios significaría que la Trinidad dejaría de existir. Cristo no podía convertirse en menos de quien Él es verdaderamente. El profesor Paul Enns, en su Manual de Teología de Moody, explica el despojo de Cristo de esta forma: "El despojo no
fue una sustracción sino una adición. Las cuatro frases siguientes (Filip 2:7-8) explican el despojo: (a) tomó forma de siervo, (b) hecho semejante a los hombres, (c) y estando en la condición de hombre (d) se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte. El hecho del despojarse de Cristo fue tomado en una naturaleza adicional, una naturaleza humana con sus limitaciones. Su deidad nunca fue entregada" Cristo no intercambió deidad por humanidad, Él mantuvo Su naturaleza divina. En su himno "Hark! The Herald Angels Sing" (¡Escucha! Los ángeles anunciadores cantar)Charles Wesley presenta correctamente las verdades de la deidad de Cristo cuando escribió:

Velado en carne, la cabeza de Dios ve,

Grito, la Deidad encarnada,

Complacido como hombre para habitar con los hombres,

Jesús, nuestro Emmanuel

Que esas palabras sean la canción de tu corazón también

Por John MacArthur


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